Anibal
Diagnóstico: Encefalomielitis Diseminada Aguda
Michigan, Estados Unidos
Mi nombre es Aníbal Molina Lugo y lo siguiente describe mi viaje desde que confronté la parálisis hasta donde me encuentro actualmente.
A la edad de 23 años, comencé a tener un dolor punzante en la base de la cabeza y el cuello. Empezó a empeorar, hasta que una noche, dentro de cuatro días, mi espalda comenzó a sufrir espasmos violentos desde el nivel del cuello hasta la mitad del pecho. Durante este tiempo, vivía con mis padres. Posteriormente me trasladaron a un centro médico terciario, hospital satélite. Lentamente, mientras era observado y entrevistado por el personal de emergencias médicas, perdí la sensibilidad y el control motor de mis piernas. El momento más aterrador fue cuando ya no podía vaciar mi vejiga. Se sentía muy lleno, pero no importaba cuánto lo intentara, no podía empezar a orinar.
A medida que continuaba descompensandome neurológicamente, el personal de asistencia decidió transportarme al centro médico principal asociado con el hospital. Inicialmente, un diagnóstico preliminar basado en los síntomas y el examen neurológico parecía compatible con mielitis transversa. Tras un estudio posterior, el diagnóstico cambió a ADEM (encefalomielitis diseminada aguda). Este trastorno autoinmune hizo que mi sistema inmunológico se dirigiera agresivamente a mi sistema nervioso, lo que resultó en los profundos déficits descritos anteriormente.
Pasé varios meses atado a una cama de hospital con un dolor de espalda extremo, junto con una profunda debilidad y pérdida sensorial en ambas piernas. Además, tenía que cateterizarme a diario para vaciar mi vejiga aproximadamente cada tres horas y comenzar a usar una silla de ruedas.
Después del tratamiento con esteroides y dos tratamientos con inmunoglobulinas intravenosas, parecía que el ataque autoinmune había disminuido.
Poco después, comencé con una fisioterapia agresiva. Lentamente, con mucho esfuerzo recuperé la función motora de mis piernas y la capacidad de caminar. Sin embargo, nunca recuperé una mejoría total y sigo teniendo un grado moderado de dolor nervioso y dificultades con la función intestinal y vesical.
Mientras estaba convaleciente, decidí hacer un cambio de carrera de obtener un doctorado en ingeniería química para convertirme en neurólogo.
La parte más desafiante de lidiar con ADEM es la sensación de pérdida. El período de duelo nunca termina por completo. Sin embargo, hay que encontrar el coraje para seguir encontrando sentido a la vida. Obviamente, la realidad del reajuste a las nuevas limitaciones y/o cambios físicos requiere tiempo.
Espero continuar persiguiendo mi pasión dentro de la profesión de la salud para ayudar a otros y educar a otros sobre las realidades de la discapacidad.
Dr. Aníbal Molina Lugo
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