Verónica Herrera Vega
Diagnóstico: trastorno del espectro óptico de neuromielitis
Valledupar, Colombia
Titulo mi historia Ver luz en la oscuridad porque en el momento de mi evento agudo, siempre me decía esas palabras.
Tengo 30 años, vivo en una pequeña ciudad de Colombia que se llama Valledupar, y hace casi tres años quedé paralizada en solo cuatro días. Sin exagerar, solo pude mover la cabeza. La experiencia fue aterradora.
Todo comenzó el 26 de septiembre de 2016 con un fuerte dolor de cabeza. Entonces, empecé a sentir un hormigueo en el brazo izquierdo que no paraba. Me quedé dormido esa noche creyendo que al día siguiente todo estaría bien, pero cuando traté de levantarme de la cama no podía mover la pierna derecha. Entrar en la sala de emergencias en silla de ruedas fue devastador. Inmediatamente fui hospitalizado y todo era incierto. Me trasladaron a la capital, Bogotá. Los médicos inicialmente pensaron que era isquemia cerebral, migraña o estrés, pero mi cuerpo se fue paralizando progresivamente y comencé a sentir muchos síntomas extraños (banda apretada en el torso y no poder percibir los cambios posturales). Después de una resonancia magnética nuclear (RMN) y diez exámenes, me diagnosticaron esclerosis múltiple. Sin embargo, en ese momento, ya no podía moverme. Tenía catorce dosis de interferón beta-1b, cuando apareció un ángel en mi vida, un médico que sin duda dijo “eso no es esclerosis múltiple”. Se realizaron de nuevo imágenes y una prueba de anticuerpos anti-acuaporina-4. Aunque este último resultó negativo, mi médico me diagnosticó un trastorno del espectro de neuromielitis óptica seronegativa (NMOSD). Todo sucedió en un mes y medio después de los primeros síntomas.
En ese momento, simplemente me aferré a Dios y esperé que la pesadilla terminara. Afortunadamente, conté con mi familia. Por la gracia de Dios volví a caminar dos meses después del ataque y retomé mi vida. Soy un milagro de Dios. Tuve secuelas sensoriales y urinarias (vejiga hiperactiva). Hoy tengo dolores en el cuello y articulaciones de las manos y parestesias en las extremidades, pero estoy viva y hoy puedo contar mi testimonio. Tres neurólogos dijeron que mi diagnóstico era esclerosis múltiple. De hecho, empecé los días siguientes al ataque con interferón; sin embargo, comencé a sufrir una extraña parálisis que me hizo retorcerme y dejar de respirar durante cuarenta segundos. Casi no salgo de la última crisis. Me aterrorizaba pensar que durante un mes tuve el diagnóstico equivocado.
Afortunadamente hoy estoy estable con Rituximab. Han pasado tres años desde ese episodio y todavía estoy bien (sin recaídas). No sé cuánto tiempo me dará Dios de vida, pero espero que sea por muchos años más. Tengo esperanza en nuevos tratamientos para NMOSD. Tengo esperanza en Dios y sé que esta generación verá una cura para esta devastadora enfermedad autoinmune.
Verónica Herrera Vega
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